La calma y el silencio
En aquel tiempo eran muchos los que se retiraban a la soledad de los montes a meditar. Y eran muchos los que en el silencio de los volcanes nevados, y de los pequeños valles ocultos, se buscaban a sí mismos. Pero Quetzacóatl les decía:
Algunos van a lugares, donde lo más que les molesta es el canto de un pajarillo, o el sonido que arranca el viento a las hojas de los árboles. Y piensan: estoy tranquilo y sereno en este lugar, ya he alcanzado la calma y el silencio es amigo de mi corazón.
Pero cuando vienen al bullicio, sus pulsos se agitan y sus corazones se alteran, sus pensamientos chocan con violencia en sus frentes, y yo les preguntaría: ¿dónde guardaron la calma?, ¿qué morada le prepararon en sus pechos que tan pronto se les fue?
Para buscar pues, la calma interior, no vayan adonde todo es calma sino adonde no hay paz, y sean ustedes la paz. De esta forma la encontrarán al darla, y la tendrán en la medida en que vean que otros necesitan de ustedes para calmarse.
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